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martes, 18 de enero de 2011

La sociedad patriarcal.

El Dr. Carlos Hué García,  en unas jornadas de prevención de violencia de género,expuso; Decía Amaral que "ante los malos tratos, todo el mundo hace oídos sordos". Mas ¿cuál es la razón de esa despreocupación social?. La razón no es otra que nuestra sociedad occidental, nuestra civilización basada en la producción y el comercio, se ha construido sobre una sociedad anterior, la sociedad patrialcal. 
El paradigma patriarcal
   Desgraciadamente el maltrato familiar y en especial de género al que nos vamos a referir sigue siendo un hecho habitual que llena nuestros informativos de TV y radio, o inunda nuestros periodicos y revistas. El maltrato sobre la mujer sigue siendo habitual en España, en el resto de los paises que nosotros denominamos desarrollados y en todo el mundo.
La explicación la podemos encontrar en una sociedad postindustrial que nace de una sociedad agrícola y que a su vez procede de las primitivas sociedades de cazadores anteriores al neolítico. Tanto aquellas más lejanas como estas más próximas se rigen por el paradigma patriarcal. Este paradigma consagra el encumbramiento del varón a puestos de relevancia y poder, relegando a la mujer a puestos de anonimato y sumisión. Así este sistema social patriarcal establece la oposición entre el sistema de producción de bienes encomendado a los varones, frente al sistema de cuidado de la vida, de los niños y de los ancianos y del marido, encomendado a las mujeres. Establece dos arquetipos, uno exterior, de relaciones sociales, de trabajo, frente a otro interior, de relaciones familiares.

Como nos dice Muñoz Luque (2003) se establece una oposición entre ambos géneros en tres ámbitos: respecto a los aspectos intelectuales a ellos les corresponde la ciencia, la razón, la lógica, la ciencia unidimensional, mientras que a ellas les corresponde la estética, la sensibilidad, la intuición y la pluridimensionalidad; respecto a los rasgos de carácter a ellos les es propia la independencia, la asertividad, la imposición en los conflictos, mientras que a ellas les es propia la dependencia, la cordialidad y el diálogo en los conflictos; respecto al estilo directivo a ellos les va la competición por exclusión, la autoridad con jerarquía o la productividad, mientras a ellas les es propia la colaboración con inclusión, la dirección centrada en la confianza y la calidad.
Estos valores se transmiten de padres a hijos(curiosamente se dice de padres a hijos y no se dice de madres a hijas), a través de las tres instituciones replicadoras de la sociedad actual ; la familia (las propias mujeres), la escuela y la publicidad en los medios de comunicación. Estos valores son internalizados por unos y por otras haciéndoles a ellos dominadores y haciéndoles a ellas sumisas.
 Esta oposición de roles genera una violencia intrínseca que favorece la agresión desde una diferencia de poder entre varones y mujeres. En esta relación de poder  que es vista como normal en nuestra sociedad, el varon tiene el dinero, la información y la posición social; a la mujer en cambio le corresponde el cuidado de la casa, los hijos y los ancianos para que el varon pueda mantener su estatus económico, cultural y social.

La internalización de estos valores, el entendimiento por parte de la mayor parte de los ciudadanos de esta sociedad de este hecho como normal, como "siempre ha sido" es lo que genera la denominada por Garcia León (1994) violencia simbólica. "La violencia simbólica, dice, se logra a través de una apreciación errónea de la realidad. En este caso, hombres y mujeres reconocen la dominación masculina como el orden de la vida social"

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