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sábado, 9 de abril de 2011

La muerte oculta, por Carme Chaparro


Es una de las armas más poderosas y antiguas de los ejércitos. Pero también esa de la que ninguna milicia presume.
Libia, Afganistán, Somalia, Uganda, El Congo, Iraq. Tres docenas de guerras y conflictos rugientes ocurren en el mundo en estos instantes. Aunque en esos territorios lo más peligroso no es ser soldado. Sino mujer. En los últimos 50 años han muerto más mujeres por cuestión de su sexo que hombres en todas las batallas del siglo XX. Les presento a la violación en masa.

Pon a tus guerrilleros a violar a las niñas y mujeres de tu enemigo y aterrorizarás a toda la comunidad; ya no saldrán a por agua y comida, se contagiarán del virus del sida, tendrán los genitales tan destrozados que serán incapaces de quedarse embarazadas, serán rechazadas por sus maridos.

Haz que tus mercenarios guarden fila para penetrar salvajemente a las niñas de una aldea; se convertirán en soldados suicidas, convencidos de que la violación les protegerá en la batalla. Asesina a 50.000 mujeres en los campos de violación que el ejército serbio instaló en los Balcanes, y ningún Spielberg hará una película con el genocidio, ningún libro de historia contará tu drama, ningún organismo creará un movimiento internacional de simpatía hacia tu causa.

Aunque no hace falta que estés en una guerra. Abusa sexualmente de la hermana de tu competidor en la India y hazlo público, para que la vergüenza la obligue a suicidarse, marcando de paso a toda la familia. Contrata a un traficante chino para que robe a una niña que tú puedas esclavizar en casa y que, de paso, les sirva a tu marido y a tu hijo para calmar sus ardores sexuales.

Viola a la vecina etíope 
que tanto te gusta para que quede señalada y así su familia la casará contigo y por una módica dote porque ya no es virgen. Monta un puticlub en España, contrata a un traficante de personas para que te lo surta de mujeres y esclavízalas, como les sucede al 90% de las prostitutas.Uno de cada cuatro hombres ha pagado por ellas.

La violación es una de las armas de guerra más poderosas que existen para someter a las mujeres. No es líbido, ni lujuria, ni siquiera el orgasmo, lo que persiguen los violadores. Es humillación. Poder. Supremacía. Un arma de guerra que sólo desde 1994 está considerada un crimen por el Tribunal Penal Internacional. Aunque ese mismo tribunal muchas veces olvide incluirla en sus cargos contra los genocidas.