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jueves, 15 de marzo de 2012

Violencia machista en el refranero

Una investigación analiza el amparo al maltrato y postración de la mujer en los refranes
ALBERTO LEYENDA Santiago de Compostela 14 MAR 2012 - 17:43 CET15
Archivado en: Refranes Violencia género Tradición oral Violencia Cultura tradicional Sociedad Cultura

La autora del estudio, Estefanía Lodeiro, en las escaleras del Museo do Pobo Galego. / ANXO IGLESIAS

Los ejemplos hablan por sí mismos: “A muller e a galiña, tórcelle o pescozo verás como queda mansiña”; “Á muller festeira créballe a perna”; “Dor de muller morta dura ata a porta”. La “sabiduría popular” expresada en el refranero gallego, transmitida de generación en generación, justifica y legitima la violencia de género y la subordinación de las mujeres frente a los hombres. Es la conclusión a la que ha llegado Estefanía Lodeiro tras analizar el tratamiento al sexo femenino en decenas de refranes. El trabajo, presentado como investigación final en el máster de violencia de género de la UNED, ha sido galardonado con el Premio Elisa Pérez Vera con el que la universidad a distancia celebró el Día de la Mujer.

En su rastreo, esta trabajadora del Centro de Información a la Mujer del Ayuntamiento de Teo se ha encontrado con numerosos dichos,  pretendidamente ingeniosos, que no tienen nada de inocente, ya que durante siglos funcionaron como vehículos de transmisión del sistema patriarcal dominante.

En este sentido, el estudio erige a las paremias en el reflejo más claro de la realidad cotidiana y del sistema de valores de la sociedad que las promulga. Hoy en día, explica, han quedado relegadas a un uso marginal solo por parte de personas mayores, mayoritariamente en las zonas rurales. No obstante, Lodeiro opina que estos modelos de conducta machista se siguen reproduciendo en algunos medios de comunicación.

A las casadas se les pide recato y se sublima el erotismo de las prostitutas
Si, en efecto, el refranero es un indicador de la cultura de una sociedad, la gallega era hasta hace al menos pocas décadas —cuando fue decayendo su uso— profundamente androcéntrica. No solo ampara la violencia física, sexual y psicológica contras la mujeres, sino que estas aparecen dibujadas con una profusa batería de características negativas. Habladoras, indiscretas, falsas, volubles, carentes de inteligencia, testarudas, egoístas, manipuladoras. En la balanza contraria, apenas un puñado de dichos en los que se ensalzan sus virtudes, pero siempre asociadas a lo que el sistema patriarcal espera de ellas, esto es, que sean buenas y recatadas esposas, diligentes amas de casa, castas solteras.

Así, un recurso muy habitual es su comparación con animales. La fórmula es válida tanto para justificar la violencia como para endosarle algún juicio negativo. Con todo, Estefanía Lodeiro detecta una explicación de fondo ante lo recurrente del paralelismo: la cosificación de la mujer, su presentación como una mera propiedad más del hombre, a la que, al igual que al resto de bestias, hay que domesticar a través del castigo cuando no cumplen su rol. Tampoco es baladí la insistencia del refranero en la censura al supuesto carácter hablador del género femenino (“Vale máis unha muller guisando que cen latricando”, reza una de las múltiples sentencias sobre el tema). La autora toma prestada la reflexión de la investigadora Anna María Poncela para concluir que se trata de una “invitación al silencio”, un modo de confiscar el uso de espacios y relaciones entre ellas. Así interpreta también la descalificación de suegras y nueras.

Es habitual el símil de las mujeres con animales para justificar la violencia
Estas píldoras de “sabiduría popular” previenen sobre las mujeres cultas e instruidas, porque el saber podría conducirlas a rebelarse contra su posición subordinada, y porque el hombre siempre debe mantener un estatus superior, tanto en lo económico como en lo cultural. También es llamativa la “doble moral” con respecto al sexo que subyace en muchos refranes. De este modo, se valora la sexualidad masculina y se entiende que la mujer debe estar disponible para satisfacer sus deseos (“Está feita a mitá, pois anque ela non queira, eu quero xa”). Al tiempo, se pide a las casadas que sean recatadas e incluso que ofrezcan cierta resistencia como parte del rito, pero algunos dichos traslucen fascinación por el erotismo abierto de las prostitutas.

Lodeiro apunta que estos refranes son portadores de un estereotipo femenino del pasado, y alerta de que su empleo hoy en día, aunque minoritario, “responde a la pervivencia de esos valores”. Y aunque se reproduzcan de forma “espontánea e inconsciente”, se constituyen en modelo de conducta “destinado no solo a la interiorización y aceptación del sistema patriarcal, sino a su perpetuación”. En este esquema, la violencia de género es a la vez consecuencia e instrumento para “construir, alimentar y dar solidez” a la desigualdad. Ahora, la investigadora quiere completar los resultados con un análisis del retrato masculino que arroja el refranero gallego para poder compararlo con el femenino, aunque en el trabajo ya realizado se esbozan algunos apuntes. Su objetivo es, una vez traducido al idioma propio, publicarlo.

ACERTIJO


  Enhorabuena a los que lo resuelvan..Ciertamente demuestra cosas muy
interesantes d nuestros reflejos condicionados Advertencia: Ten en cuenta que no hay     trampas, no hay nada escondido y
todo está a la vista. NO TE ADELANTES A VER LA RESPUESTA , INTENTA RESOLVERLO PRIMERO.

 Algo más: Trata de pensarlo sólo, porque vale la pena. En particular,
porque demuestra la manera sesgada en que a veces pensamos al leer
ciertos textos, o al menos lo interpretamos de manera prejuiciada.


 ARGUMENTO

 Antonio, padre de Roberto, un niño de 8 años, sale conduciendo su coche desde su casa en Madrid en dirección a Valencia. Roberto, va con él.

 En el camino ocurre un terrible accidente. Un camión, que venía en
 sentido contrario se sale de la autopista y embiste de frente al coche
 de Antonio.El impacto mata instantáneamente a Antonio, pero Roberto sigue con vida.

 Una ambulancia del hospital de emergencias de Valencia llega casi de
 inmediato, advertida por quienes fueron ocasionales testigos, y el
 niño es trasladado al hospital.

 En cuanto llega, los médicos de guardia empiezan a tratar al niño para
 intentar salvarle la vida pero, después de intercambiar opiniones y
 estabilizar sus funciones vitales deciden que el estado de Roberto es
 muy grave. Necesitan consultar. Además, advierten el riesgo de
 trasladar al niño a otro hospital y por eso deciden dejarlo internado
 allí, en Valencia.

 Tras una junta de médicos se comunican con el Hospital de Niños de
 Madrid y finalmente conversan con una eminencia en el tema a quien
 ponen en conocimiento de lo ocurrido. Como todos coinciden en que lo
 mejor es dejar a Roberto en Valencia, la eminencia decide viajar
 directamente de Madrid hacia allá. Y lo hace.

 Al llegar la eminencia, los médicos que lo trataron le presentan el
 caso y esperan ansiosos su opinión.

 Finalmente, uno de ellos es el primero en hablar: ¿Cree usted estar en
 condiciones de salvar al niño?, pregunta con un hilo de voz.

 Y obtiene la siguiente respuesta:

 '¡Cómo no lo voy a salvar, haré todo lo posible, si es mi hijo!'


 Bien, hasta aquí la historia. Está en ti el tratar de pensar la manera
 en que esta historia tenga sentido. Insisto en que no hay trampas, no
 hay nada oculto. Y antes de que leas la solución, quiero agregar
 algunos datos:

 a) Antonio no es el padrastro.
 b) Antonio tampoco es un cura.

 AHORA SÍ, TE DEJO EN COMPAÑÍA DE TU IMAGINACIÓN. ESO SÍ, TE SUGIERO
 QUE LEAS OTRA VEZ LA HISTORIA Y , CRÉEME, EL ACERTIJO ES MUY SENCILLO
 DE RESOLVER.

 La solución está más abajo, pero solo léela cuando te rindas.
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 SOLUCIÓN:

 Lo notable de este problema es lo sencillo de la respuesta. Más aún,
 pensarás ¿cómo es posible que no se me haya ocurrido?


 La solución es que la eminencia de la que se habla es LA MADRE de
 Roberto. Pero tenemos tan interiorizada la idea de que las
 'eminencias' son solo hombres que no se nos ocurre que pueda haber
 sido una mujer.

 Y esto va más allá de que puestos ante la disyuntiva explícita de
 decidir si una eminencia puede o no ser una mujer, nadie dudaría en
 aceptar esa posibilidad, sea uno mujer u hombre.

 Sin embargo, en este caso falla. No siempre se nos ocurre la respuesta correcta.

 Más aún: muchas mujeres que no logran resolver el acertijo, al conocer la solución se sienten atrapadas por la misma conducta machista que
ellas mismas condenan.
 En fin, creo que es un ejercicio muy interesante para analizar
nuestros propios prejuicios y laberintos internos, al margen de
nuestro género.

martes, 13 de marzo de 2012

Crímenes de honor: una discriminación que mata también en Europa

Viernes, 09 de marzo del 2012 
En el año 2000 el Fondo de Población de la ONU publicó un informe en el que alertaba de que 5.000 mujeres son víctimas de los crímenes de honor cada año. En la Unión Europea, a pesar de la falta de datos oficiales al respecto, creen que pueden ser alrededor de 100. Sólo en el Reino Unido, se cometen unos 12 asesinatos en nombre del honor por año. En los Países Bajos en los últimos tres años ha habido alrededor de 40.

Encarnar el honor de la familia supone para muchas mujeres una causa de discriminación que en muchos casos les cuesta la vida. Para acabar con esta situación, diversas asociaciones tratan de conseguir un reconocimiento legal y un castigo penal. Según la ONG Mundo Cooperante "el valor del honor está relacionado con la virginidad de la mujer antes del matrimonio. Es la familia la encargada de garantizar la pureza sexual de las hijas". Hablar con un desconocido, tener un novio sin el permiso paterno o vestir ropa 'occidental', son causas suficientes como para castigar a las víctimas.

"Estos crímenes son muy habituales en países como Jordania, Pakistán, Israel, Nigeria, Turquía, Georgia, Albania o Arabia Saudí", explica la presidenta de la Fundación Surgir, dedicada a tratar de paliar los asesinatos en nombre del honor, Jacqueline Thibault. Están más vinculados con una tradición cultural ancestral que con la religión, aunque la estructura patriarcal los islámicos no ayuda a erradicarla.

"Debido a la migración de estas comunidades, los crímenes del honor han aterrizado en Europa, donde no existe ningún protocolo de prevención y castigo simplemente por desconocimiento", continúa Thibault. "Es ahora cuando se empiezan a distinguir de otros delitos con los que podrían tener algún punto en común, como la violencia de género".

lunes, 5 de marzo de 2012

La Real Academia Española y el monopolio del género... gramatical Por Chusa Lamarca Lapuente. Lingüista.

La Real Academia Española y el monopolio del género... gramatical
Por género se entiende una construcción simbólica que alude al conjunto de atributos socioculturales asignados a las personas a partir del sexo y que convierten la diferencia sexual en desigualdad social. La diferencia de género no es un rasgo biológico, sino una construcción mental y sociocultural que se ha elaborado históricamente. Por lo tanto, género no es equivalente a sexo; el primer término se refiere a una categoría sociológica y el segundo a una categoría biológica.
La importancia del concepto de género radica en hacer visible el supuesto ideológico que equipara las diferencias biológicas con la adscripción a determinados roles sociales. El concepto nació, precisamente, para poner de manifiesto una relación desigual entre los géneros (mujeres y hombres, entendidos como sujetos sociales y no como seres biológicos). Así surgieron los Estudios de Género que cuentan con una corta, pero intensa trayectoria como disciplina tanto en España como fuera de ella y que, si bien se han centrado en el papel social que se le ha atribuido y se le atribuye a las mujeres -dado que partieron del ámbito feminista-, ahora empiezan también a centrarse en el estudio del papel de los hombres como género. Afortunadamente, muchos hombres comienzan a estar interesados en desmontar la visión androcéntrica -por parcial, incompleta e injusta- que ha dominado todas las disciplinas humanas desde sus inicios hasta nuestros días: desde la filosofía y la historia, pasando por el arte, la literatura, la política, el derecho, la sociología, la psicología, la ciencia, etc. y, como no, la lingüística; y que ha impregnado el pasado y el presente del pensamiento “objetivo” y “subjetivo” de las personas y de las sociedades.
El lenguaje es una de las máximas expresiones de las ideas y del pensamiento humano y los conceptos que en él se encierran, sirven para describir, encuadrar y comprender la realidad y, una vez fijados y establecidos, también afectan a la manera en que percibimos dicha realidad. En la práctica y metafóricamente hablando, el lenguaje puede ser masculino, femenino o neutro, depende de la perspectiva de género que adoptemos a la hora de hablarlo, limpiarlo, fijarlo y abrillantarlo.
La mayor violencia es el asesinato, pero también lo es silenciar a la mitad de la humanidad en un genocidio lento, constante y deliberado. Si antaño el revuelo feminista obligó a la Academia a revocar determinadas acepciones y a rebajar la testosterona del léxico, lo importante se ha quedado en los arrabales del concepto sin penetrar su centro. Lo políticamente correcto parece no haber transcendido el eje del discurso más allá del “compañeros y compañeras” y de hablar de “género humano” en lugar de “ el hombre”, que sospechosamente, la RAE en el Avance de su vigésima tercera edición se apresura ahora a enmendar, incluyendo por primera vez en el Diccionario la voz género humano, y definiéndola como “conjunto de todas las personas”, no sea que las feministas vengan ahora con reclamaciones aduciendo que existen desigualdades entre los géneros.
El Pleno de la Real Academia Española, compuesto por 3 mujeres y 37 hombres ha elaborado un informe sobre la expresión violencia de género y una recomendación dirigida al gobierno para que no la utilice al redactar el “Proyecto de Ley integral contra la violencia de género”, expresión que ya había sido incorporada en dos leyes anteriores al hablar de impacto por razón de género. Cabría preguntar a los Sres. Académicos con cuántas especialistas en el campo académico de los Estudios de Género cuenta la Comisión de Vocabulario Científico y Técnico de la RAE o, en su defecto, y como recomienda explícitamente la propia Academia antes de tomar sus decisiones, con cuántas personas estudiosas y de reconocida solvencia en el tema que nos ocupa, ha consultado antes de afirmar alegremente que en español no existe tradición de uso de la palabra género nada más que para referirse a género gramatical o al concepto de género entendido como “conjunto de seres establecido en función de características comunes” y “clase o tipo”.
Resulta, cuando menos, sospechoso que la Academia ignore largos años de trabajos científicos realizados por mujeres y que, a pesar de reconocer la existencia del término género en el sentido técnico expuesto en los prolegómenos de este artículo y de describirlo de forma explícita e inequívoca en su informe frente al concepto de sexo, concluya con un paradójico: “es obvio que debe decirse sexo y no género”.
Analizar los problemas desde una perspectiva de género no es lo mismo que analizar los problemas desde una perspectiva de sexo, a no ser que queramos referirnos a divisiones biológicas atendiendo a determinados atributos genitales, que incidamos en aspectos eróticos o que tratemos temas pornográficos. La mención de la Academia a las expresiones sexo fuerte/sexo débil como única fuente a citar y como única aportación conceptual que reconoce a la “tradición cultura española” en este tema, es un insulto para investigadoras, feministas, centros de estudios, cátedras y universidades que durante los últimos veinte años vienen analizando con rigor estas cuestiones y han aportado una ingente cantidad de ideas, estudios serios y publicaciones científicas.
Existen numerosas monografías, publicaciones periódicas y una ingente “literatura gris” que corrobora la existencia de esa “inexistente” tradición cultural española. Dejando al margen los miles de artículos en revistas, seminarios, congresos, tesis, documentos administrativos, etc. le hubiera bastado a la Academia consultar el ISBN español (índice de libros publicados en España) donde solamente, y en referencia al título -no ya al contenido o la temática donde las cifras crecerían exponencialmente-, de 487 libros disponibles que en su título cuentan con la palabra género, 273 aluden al concepto de género con la acepción que la Academia niega. Es decir, un irrisorio e inexistente 56,4%, frente a un 43, 6% que agrupa al resto de las acepciones que la RAE sí reconoce.
Además, la exigua y vergonzosa documentación que aporta la Academia a la hora de decantarse por el uso de la expresión sexo en lugar de género no sólo supone un gran desprecio para las mujeres, las investigadoras y otros estudiosos del tema, sino un grave desprestigio para los lingüistas.
La RAE analiza las diversas expresiones usadas en español para referirse a los conceptos de: violencia doméstica, violencia de género, violencia contra las mujeres, etc. limitándose a citar la documentación que aparece en Internet haciendo uso del buscador Google y la que resulta de la base de datos CREA (Corpus de Referencia de Español Actual), base de datos creada por la propia Academia y que reúne textos completos de libros, periódicos, revistas y otros ejemplos del lenguaje oral, con el fin de valorar la frecuencia de uso de determinadas expresiones.
Pues bien, lo que analiza la Academia no es la frecuencia de uso del concepto género (que aparece en más de 100.000 documentos a lo largo y ancho de la WWW y, en la mayor parte de los casos con la acepción que la RAE niega), sino de la expresión violencia de género frente a otras como violencia doméstica, pero hay que tener en cuenta que ambos términos no son sinónimos.
Sabido es que los buscadores indexan las palabras de forma automática rastreando la World Wide Web y que Google utiliza un indexador automático llamado PageRank cuyo algoritmo, muy complejo, no sólo computa las apariciones de un término, sino que tiene en cuenta la estructura de los enlaces como indicador del valor de una página web, junto a otros elementos como una valoración cualitativa que se refleja en una mayor puntuación dependiendo de la importancia que tenga el sitio web que emita el documento en cuestión. Si las agencias de prensa difunden por la red una misma noticia haciéndose eco de las declaraciones de determinado político que ha utilizado una expresión concreta, dicha expresión aparecerá en cientos de periódicos a lo largo y ancho de la red, y los buscadores la registrarán como tal cientos de veces. Es de suponer que los periódicos ocupen un rango de página muy alto y que, por tanto, la aparición de cierto tipo de expresiones en los medios de comunicación esté sobrevalorada frente al uso no sólo en otros medios escritos como libros, artículos, etc. y, por supuesto gran parte de documentación que no aparece en la red o no está preparada para ser leída de forma automática por los indexadores que rastrean la WWW, sino también en otras webs con menor valoración para PageRank.
Cuando las frecuencias de uso en la Web tanto del término violencia doméstica como del término violencia de género son tan elevadas, habría que descartar esta fuente como indicador para decantarse por la utilización de una u otra expresión, ya que los documentos de la Web se actualizan constantemente y las cifras oscilan por momentos. Resulta cómico que haya sido la propia Academia la que haya igualado la frecuencia de uso de las dos expresiones violencia doméstica y violencia de género al difundir su informe por la Web y titularlo, precisamente, "Informe sobre la expresión violencia de género". (1.880 noticias frente a 1.740 respectivamente, dos días después de difundir su informe).
Y en cuanto a la documentación extraída de su base de datos CREA, en donde la Academia se ha limitado a contabilizar los datos en bruto sin el más mínimo análisis, los propios académicos se sorprenderían si hubieran analizado las veces que aparece la palabra género no en el sentido de “clase” o de “género gramatical”, sino aludiendo al concepto de género como construcción social asignada a las personas en razón del sexo. Así, si buscamos la palabra género en relación con las categorías temáticas que la misma RAE establece para acotar las búsquedas, encontramos significativos y cuantiosos ejemplos del uso del término género en el sentido que nos ocupa, incluyéndose no sólo dentro de temas como mujer, desarrollo, empleo, política, educación, etc; sino, también en la categoría de ciencias y tecnología. El concepto de género ha dejado de ser un término técnico y se ha introducido en el lenguaje común.
La RAE sólo hace referencia a la frecuencia de uso en los medios, y deja de lado aspectos semánticos de gran importancia para categorizar los conceptos que han de ser fijados y aclarados de una vez por todas para que no puedan producirse equívocos legales o categoriales. Su propuesta de denominación “Ley Integral contra la violencia doméstica o por razón de sexo”, es inapropiada y carece de fundamentos tanto lingüísticos.
Si lo que pretendemos es categorizar los tipos de violencia contra las mujeres para tratar los datos estadísticos para su posterior análisis desde un punto de vista legal, sociológico, policial, administrativo, científico, etc. y lo que es más importante, para buscar soluciones a un problema real como el que nos ocupa, debemos tener en cuenta que el término violencia de género engloba tanto la violencia producida en el ámbito doméstico, como la que ocurre fuera de él; y que, a su vez, la violencia doméstica no obligatoriamente se corresponde con el concepto de violencia de género, puesto que existe también violencia en el ámbito doméstico que no tiene nada que ver con cuestiones de género, como es la violencia contra los menores, los mayores, los hombres, etc.
La categorización sería la siguiente:
Por un lado distinguiríamos:
A. Violencia de género
1. en el ámbito doméstico
2. fuera del ámbito doméstico (discriminaciones laborales contra las mujeres, agresiones sexuales, trata de mujeres, etc.)
B. (... otros tipos de violencia)
Y por otro lado diferenciaríamos:
1. Violencia doméstica
1.1. contra la pareja
1.1.1. contra las mujeres (sólo en este caso, la violencia doméstica está englobada dentro del grupo A. Violencia de género)
1.1.2. contra los hombres
1.2. contra los menores
1.3. contra los mayores
1.4. otros
2. Violencia fuera del ámbito doméstico (...)



Así pues, si se acepta la propuesta de la Academia que es utilizar en la Ley la expresión violencia doméstica, caeremos en un limbo semántico que tendrá repercusiones para el análisis estadístico, legal y conceptual al dejar al margen la causa real por la que se cometen estos atropellos, puesto que para dicha categorización, el concepto de género es vital. De lo que estamos tratando es de la violencia contra las mujeres en el ámbito doméstico por razones de género y, por lo tanto, la ley debería denominarse: LEY INTEGRAL CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO EN EL ÁMBITO DOMÉSTICO (o simplemente Ley integral contra la violencia de género, si se quiere legislar más allá de este ámbito).


Y para concluir, ya que en estas fechas tiene lugar la Feria del Libro, recomendaría a los Sres. Académicos que aprovecharan tal oportunidad y consultaran cualquiera de los 273 títulos recogidos en el ISBN español sobre género no gramatical, puesto que existen otros géneros, sin género de dudas.

Chusa Lamarca Desglobaliza: http://www.hipertexto.info/desglobaliza

Otro artículo de June/ Mari kazetari

Sexismo lingüístico

Diferentes personas me han enviado el resumen del informa redactado por Ignacio Bosque y suscrito por los académicos de la RAE. Lo publica El País. He escrito unas observaciones para contestar a esas personas, y me han animado a publicarlas aquí:

1- Ignacio Bosque mezcla dos debates: los excesos y patadas al diccionario que cometen las guías de uso no sexista del lenguaje, y la pertinencia sobre la transformación de la lengua para que sea menos androcéntrica. Si hablase de lo primero, podríamos estar de acuerdo. Es cierto que hay muchas guías que hacen recomendaciones horrorosas, como el uso de las arrobas, y que promueven un castellano acartonado que tiene que ver más con la corrección política que con la consciencia sobre el uso del lenguaje. Pero cuestionar esos excesos no tiene por qué llevar a deslegitimar la preocupación por el androcentrismo en el lenguaje. Y si entra en ese otro debate, no me parece casual que argumente basándose en esas guías, en vez de responder a las recomendaciones de expertas en la materia que sí son lingüistas, como Mercedes Bengoechea. Claro, pero eso ya sería más complicado. Prefiere volver a la caricatura que confrontar ideas con personas como Bengoechea.
2- Estoy un poquito harta ya de que parezca que quienes abogamos por un uso no sexista del lenguaje entorpecemos y estropeamos la lengua, mientras que seguir utilizando el masculino como genérico es una garantía de buen uso de la lengua. Voy a poner un ejemplo que es más que habitual:
“Tener tetas es raro. Una niña pasa los primeros 12 o 13 años de su vida sin tetas. Después, un buen día, le salen dos objetos en medio del pecho que redefinen su relación con el mundo. No se puede estar preparado para un cambio así”.
Un post sobre las tetas de las mujeres, en el que la autora habla constantemente en masculino. Esto se hace todo el rato. También se hace todo el rato en los medios de comunicación estar hablando de una persona y saltar al masculino. Algo así como: “La persona detenida se encontraba robando un coche. En el momento de la detención se mostró alterado y agresivo”. ¿Acaso no son esos ejemplos de un mal uso del castellano como resultado del abuso del masculino como genérico?
3- Bosque se cubre las espaldas reconociendo desigualdades específicas, pero no reconoce el problema en términos globales, que la sociedad sigue siendo androcéntrica y patriarcal, y que el lenguaje es reflejo de ello. Según su retrato, en la sociedad hay ciertos problemas de desigualdad, pero no reconoce una desigualdad estructural. Así es que no da por bueno que pueda existir una desigualdad estructural en el lenguaje. Por cierto, cuando lista desigualdades reales, no se acuerda de citar que la falta de paridad en la Academia.
4- Otra manipulación que hace es sugerir que tachamos a alguien de sexista cuando dice “me voy de fiesta con mis amigos”. No tildamos (yo al menos) de sexista un uso en concreto (y mucho menos a la persona que lo emplea), sino que estamos poniendo de manifiesto el androcentrismo que impera en el uso de la lengua. Si cuestionamos este, iremos buscando fórmulas razonables para que el hombre deje de ser el sujeto de referencia en el lenguaje.
5- Esgrimir como argumento que la mayoría de mujeres se sienten incluidas, es como oponerse al matrimonio gay porque la mayoría de homosexuales no quieren casarse, o decir que la Ley de extranjería no es racista porque la mayoría de inmigrantes la aceptan. Vale, soy consciente de que utilizo como ejemplo dos leyes y que la lengua no se regula en el Congreso de los diputados. A lo que voy es que siempre tiene que haber una minoría incómoda que cuestione una norma social y luche por cambiarla. Por cierto, afortunadamente se ha ido abandonando el uso de “el hombre” como equivalente a “ser humano”, pese a que muchas mujeres afirmaban sentirse cómodas con ese “hombre” como sujeto universal. Ahora le chirría a casi todo el mundo. Es decir, algunos cambios calan poco a poco y con el tiempo se demuestran necesarios también para las personas que en un principio se resistían a aceptarlos.
6- ¿Acaso cree que en Francia y Alemania no hay feministas cuestionando el androcentrismo en el lenguaje?
7- Si lo que le moviera a escribir ese artículo fuera una preocupación genuina por la lengua y no un posicionamiento ideológico, si realmente le inquietasen esas desigualdades “reales” que reconoce, daría por bueno que hay que reflexionar sobre el androcentrismo en el lenguaje, y lanzaría recomendaciones asumibles: evitar los errores de concordancia que he citado, explicar que un hombre se debe sentir incluido en el femenino genérico cuando se trata de un grupo en el que las mujeres son mayoría, o defender el uso de “médica” porque es correcto. Porque vaya, ese ejemplo también tiene tela. O sea que tenemos que aceptar acríticamente que una mujer prefiera nombrarse como “abogado”. Eso no le parece una patada al diccionario.
En definitiva, me parece que este tipo de reacciones demuestran que es falso eso de que a quienes nos preocupa y ocupa el uso no sexista del lenguaje nos mueve la ideología, mientras que a los académicos que ridiculizan nuestro trabajo les mueve la pasión por la lengua. Si Bosque no es capaz de reconocer malos usos derivados del sexismo en el lenguaje, si no es capaz de reconocer que la lengua va transformándose y que incluir en ella a las mujeres es necesario, y no perjudica a la lengua sino que la enriquece, es porque le mueve también una ideología determinada.
¿Es tan difícil entender que las normas sobre el castellano se consolidaron en tiempos en los que las mujeres no eran reconocidas como ciudadanas, y que la lengua debe adaptarse a los nuevos tiempos, como se ha adaptado a la generalización de los anglicismos y ha ido admitiendo términos relacionados con las nuevas tecnologías? ¿Cómo es que se ve necesario aceptar y castellanizar fútbol, cuando existía ‘balompié’, y en cambio se niegan a reconocer ‘género’ (en su acepción de categoría de construcción cultural de la diferencia sexual), una palabra ligada a toda una escuela del pensamiento que cuenta con titulaciones de posgrado en las universidades más prestigiosas de Occidente? ¿Eso no es ideología?
Una persona libre de prejuicios antifeministas y de resistencias machistas no estará cerrada a propuestas constructivas como las que pueden hacer lingüistas como Bengoechea u otros colectivos como las periodistas con visión de género, en cuyos reportajes se demuestra posible emplear un lenguaje inclusivo sin hacer un mal uso del castellano. Si en vez de analizar propuestas concretas, se queda con las mala y las caricaturiza para echar por tierra toda la reivindicación, está respondiendo a una resistencia machista y haciendo flaco favor al castellano.

Visibilizadas y empoderadas

Por Mari Kazetari
Lenguaje sexista
Ilustración sacada de aquí (pincha en la imagen)

Periódicamente, algún periodista me cuestiona palabras que, como feminista que soy, uso mucho. Especialmente, los verbos “empoderar” y “visibilizar”. Sus principales argumentos son que suenan mal y que no son del todo correctos: que “empoderar” es un calco del inglés, que el contexto en el que usamos “visibilizar” no se corresponde con la definición de la RAE… Que son palabros, vaya.
Ya sabéis eso de que lo que no se nombra no existe, frase que condensa por qué es necesario hacer un uso no sexista del lenguaje que visibilice (sí, visibilice) a las mujeres. Y no se trata de usar el tedioso “vascos y vascas”, o de dar rodeos para no usar el masculino genérico. Yo creo que basta con ser consciente de que cómo hablamos es un reflejo de cómo pensamos. Si hablamos en masculino, estamos imaginando el mundo en masculino.
Total, que las mujeres necesitamos construir palabras nuevas o dar un nuevo significado a las existentes, para poder nombrar conceptos nuevos que son el resultado de la lucha en defensa de nuestros derechos, como el que plantea la palabra “empoderamiento”. Así que lo haremos aunque la RAE (formada mayoritariamente por hombres poco interesados en investigar fórmulas para un uso no sexista del lenguaje) no lo reconozca. Por cierto, que a quienes nos acusan de destrozar el castellano, otro día les enlazaré también ejemplos en los que se dan patadas a la gramática por empeñarse en hablar en masculino: desde mujeres que se presentan como “presidente” o “redactor jefe”, a errores de concordancia en los que se empieza hablando de “personas” y se cambia al masculino.
La cuestión es que en uno de esos cuestionamientos, me dio por preguntar a laFundación del Español Urgente vía Twitter (@Fundeo, vaya descubrimiento), y esto fue lo que me contestaron:
- «Visibilizar» es un verbo correcto y se puede aplicar en ese contexto (visibilizar a las mujeres o a las minorías)
- «Empoderar» es un verbo correcto http://bit.ly/gdwAq0
Pero aún nos queda el argumento de que suenan mal. “También suena mal ‘escroto’”, me dijo una compañera, “y no nos da por cuestionarlo”. Me parece bien que se tengan gustos sobre palabras más o menos bonitas.  Pero creo que éstas suenan raras porque son nuevas. Con el tiempo cada vez más gente (espero) las usará con naturalidad y con gusto. Pero en todo caso, no me parece que proceda cuestionar una palabra cuyo significado no condensa tan bien ninguna otra, porque no nos parezca bonita.
A las personas que defendemos el lenguaje inclusivo no nos gusta hablar raro ni crear artificios porque sí. Otra palabra criticada es el acrónimo LGTB, como forma de visibilizar también (¿no véis como necesito usar ese verbo todo el rato?) a las lesbianas, transexuales y bisexuales, y no hablar sólo de homosexuales. El lío es que hay gente que ha ido añadiendo siglas, como la I de intersexual. Bajo la misma lógica, se ha creado un palabro horroroso: homolesbotransfobia. Pues hace poco una activista bollera me dijo que han empezado a sustituirla por “sexofobia”, es decir, fobia a la diversidad y libertad sexual. Y me pareció muy bien. Poco a poco se van buscando fórmulas sencillas.
Si seguís sin ver la importancia del lenguaje inclusivo, al menos tened en cuenta que burlarse de él ha sido una de las principales estrategias de los posmachistas(incluidos algunos tan célebres como cierto escritor arrogante) para desacreditar al feminismo. Así que os propongo que seais constructivos en vuestras críticas y busquemos formas cada vez más razonables de nombrarnos.
Y, entre las diversas propuestas, me gustó la de Itziar Ziga, en el prólogo de su imprescindible Devenir perra:
“Abogo desde aquí por la discordancia de género como mecanismo de sabotaje sexual y lingüístico. Nunca me ha salido del coño generalizar en masculino, pero tampoco quiero entorpecer mi narración con tediosas as/os o arrobas o estrellitas. La segregación biológico-social de género es para mí cada vez más turbia. Ya no sé lo que es una mujer, ni me interesa.
A mi abuela Susana Goikoetxea, que tiene ahora noventa y ocho años, lo primero que le patinó cuando empezó a perder las conexiones con su entorno fue el concepto establecido de género. Nos hablaba a nosotras en masculino y lo mezclaba todo. Aupa, amona, por fin te has librado del lenguaje simbólico que te destinó a ti y a todas las mujeres a servir en la casta inferior. Lo dicho, seguiré la rebeldía senil de miamona Susana y no suscribiré la lógica semántico-sexual que nos ha puteado a ella, a mí, a ellos, a todas”.
Pues hablar como a una le dé la gana, pasando alegremente del masculino al femenino y viceversa, me parece una propuesta estupenda. Es lo que hago últimamente.
Tres últimas notas:
- Si el problema es la pereza o que no conocéis alternativas razonables al masculino genérico, podéis usar recursos como el programa Nombra en red o la web T-Incluye.
- A los chicos que me han discutido últimamente: este post va sin acritud y hasta con agradecimiento, por ayudarme a seguir dando vueltas a temas como este y evolucionar (quiero pensar)



Del blog Mari Kazetari http://gentedigital.es/comunidad/june/

viernes, 2 de marzo de 2012

CURSO BASICO DE RACISMO

[...] En los Estados Unidos, se viola una mujer cada seis minutos. En México, una cada nueve minutos. Dice una mujer mexicana:
No hay diferencia entre ser violada y ser atropellada por un camión, salvo que después los hombres te preguntan si te gustó.
Las estadísticas sólo registran las violaciones denunciadas, que en América Latina son siempre muchas menos que las violaciones ocurridas. En su mayoría, las violadas callan por miedo. Muchas niñas, violadas en sus casas, van a parar a la calle: hacen la calle, cuerpos baratos, y algunas encuentran como los niños de la calle, su morada en el asfalto. Dice Lélia, catorce años, criada a la buena de Dios en las calles de Río de Janeiro:
Todos roban. Yo robo y me roban.
Cuando Léila trabaja, vendiendo su cuerpo, le pagan poco o le pagan pegándole. Y cuando roba, los policías le roban lo que ella roba, y además le roban el cuerpo.
Dice Angélica, dieciséis años, arrojada a las calles de ciudad de México:
Le dije a mi mama que mi hermano había abusado de mí, y ella me corrió de la casa. Ahora vivo con un chavo, y estoy embarazada. Él dice que me va a apoyar, si tengo niño. Si tengo niña, no dice.
“En el mundo de hoy, nacer niña es un riesgo”, comprueba la directora de UNICEF. Y denuncia la violencia y discriminación que se padece desde la infancia, a pesar de las conquistas de los movimientos feministas en el mundo entero. En 1995, en Pekín, la conferencia internacional sobre los derechos de las mujeres reveló que ellas ganan, en el mundo actual, una tercera parte de lo que ganan los hombres, por igual trabajo realizado. De cada diez pobres siete son mujeres; apenas una de cada cien mujeres es propietaria de algo. Vuela torcida la humanidad, pájaro de una ala sola. En los parlamentos hay, en promedio, una mujer por cada diez legisladores; y en algunos parlamentos no hay ninguna. Se reconoce cierta utilidad de la mujer en la casa, en la fábrica o en la oficina, y hasta se admite que puede ser imprescindible en la cama o la cocina, pero el espacio público está virtualmente monopolizado por los machos, nacidos para las lides del poder y la guerra. Carol Bellamy, que encabeza la agencia UNICEF de las naciones unidas, es un caso frecuente. Las naciones Unidas predican el derecho a la igualdad, pero no lo practican: al nivel alto, donde se toman decisiones, los hombres ocupan ocho de cada diez cargos en el máximo organismo internacional.
*Fragmento
Patas arriba: La escuela del mundo al revés