Casadas o no, la misma violencia
Las declaraciones del obispo de Alcalá de Henares y responsable del área de Familia y Vida de la Conferencia Episcopal, Juan Antonio Reig Pla, que afirmó que los matrimonios católicos "son menos dados a la violencia de género que las parejas de hecho" han desatado la polémica. Las asociaciones de mujeres y los expertos han saltado al vuelo criticando con dureza las palabras de Reig Pla. La violencia se produce en cualquier tipo de familia, dicen. También en las católicas.El 42% de las 71 mujeres víctimas mortales de la violencia machista en 2010 estaban todavía casadas, según datos de la secretaría de Estado de Igualdad. Sin embargo, si se restan a esas 71 mujeres todas aquellas que aún no estaban en edad de casarse (jóvenes de 16 años, por ejemplo), la cifra superaría el 49%. El delegado del Gobierno contra la Violencia de Género, Miguel Lorente critica a Reig Pla y se pregunta: "¿Por qué en vez de excusar a los matrimonios católicos de que no sufren violencia no asumen el problema y aportan soluciones?".
También el ministro de Presidencia, Ramón Jáuregui, opinó que la Iglesia "puede hacer mucho por la igualdad entre varones y mujeres". "Es importante", dijo, que "no equivoque el diagnóstico" sobre las causas de la violencia de género.
Igualdad se apoya en otro dato para desmontar la teoría del Obispo de Alcalá de Henares: el 54,17% de las llamadas realizadas al 016 este año para consultar problemas de violencia machista son de mujeres casadas. Un porcentaje que se eleva al 72% si se contabilizan solo a las mujeres que están en edad de casarse. Las órdenes de protección otorgadas a las víctimas también están equilibradas.
Carmen tardó años en dar el paso. En los más de 10 que llevaba casada, los malos tratos físicos y psicológicos fueron constantes. Prefiere no dar su verdadero nombre, y con voz muy suave cuenta que se casó joven, con apenas 20 años, y que los golpes llegaron muy pronto. "Antes ya me había apartado de mi familia y de mi entorno. Cuando me dio la primera bofetada yo ya vivía por él y para él. Me sentía inútil, ridícula, tonta", recuerda. Pronto llegó su primer hijo. Y después el segundo. Pensó que ya no podía dejarle.
Esta mujer de 32 años explica que se sentía como una muñeca que intentaba no enfadar al ogro. "Pero siempre encontraba motivos para la bronca", narra. "No podía hacer nada. Me ocupaba de los niños y de la casa. Me dejaba ir a recogerles al cole y de vez en cuando a tomar un café con las otras madres", dice. Nunca contó a nadie lo que le estaba pasando.
El día que decidió huir fue por los niños. "El pequeño llegó histérico del cole con una carta de su profesora. Se había peleado y lloraba por miedo a que su padre se enterara", cuenta. Ese día, Carmen decidió irse. Los motivos que la habían retenido junto a su agresor se esfumaron. Los hijos, la falta de dinero, el miedo de no tener donde ir... Las lágrimas del niño los borraron esa mañana.
Los motivos de Carmen no son extraños. Son muchas las mujeres que tardan en dar el paso. O que, como más del 70% de las asesinadas este año por los machistas, nunca llegan a darlo.
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